Ixtleros



En 1965 viajé a Coahuila y San Luis Potosí, al noreste de México, para documentar la vida de los recolectores de ixtle y candelilla. El tema, rebosante de humanidad, me atrapó por la dureza del trabajo campesino, por la convivencia al borde de la subsistencia, y por las casuchas levantadas con barro, ramas pedruscos y desechos. Aunque trabajaban duramente y sus productos enriquecían a otros hombres, aquellos marginados ganaban apenas para sobrevivir en la aspereza del desierto, acompañados por sus mujeres, que lo mismo sacaban la fibra del ixtle y cuidaban a los hijos, que acarreaban el agua y preparaban los magros alimentos. Lo que mi cámara trató de captar en aquellos páramos hostiles iba más allá de las necesidades de un reportaje, de una denuncia inútil de las formas de vida de la mayoría de otros mexicanos, o del para mí mal llamado “ensayo fotográfico”. Intenté algo que podría llamar testimonio, y con esa intención volví a finales de ese año. Estas son algunas de las imágenes que logré conviviendo con aquellos hombres y mujeres, cuyos descendientes se han dispersado como parias hacia dentro o fuera del país, y cuyos pueblos fantasmas han desaparecido para formar parte del polvo del desierto.


Rodrigo Moya

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